Nadie que empiece a correr piensa que un día hará una maratón, 
simplemente ocurre, funciona como un destino natural.” (Historias de maratón)

La vida es una constante evolución.  Cuando nacemos, ni siquiera podemos desplazarnos por nuestros propios medios; primero aprendemos a sentarnos, luego gateamos, mas adelante aprendemos a ponernos de pie, después empezamos a caminar y finalmente podemos correr. Ese es el curso natural de las cosas, evolucionar.

Una vida sin sueños, ni metas por alcanzar es una vida a medias. Pues bien, debo confesar que en mis propósitos y metas para este año no estaba el correr una maratón y mucho menos por montaña.  Sin embargo, la vida está llena de evoluciones, satisfacciones y sorpresas.

A duras penas había pasado un año desde aquel Marzo 17 de 2013, día en el que me inicie en esto del trail running. En ese entonces había empezado con 10 Kilómetros que se volverían casi 15 por haberme perdido durante el recorrido;  y ahora estabamos empezando una travesía de un poco mas de 8 horas para completar nuestra primera maratón por montaña. El escenario no podía ser mejor: las hermosas tierras y paisajes de Guatavita; la fecha: el 27 de Abril de 2014;    la prueba: los 42 Kilómetros de la Merrell Trail Tour 2014.

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Veníamos planeando esta carrera hacía ya varios meses, y digo veníamos refiriéndome a mi esposa Diana y a mi hermano Orlando. Habíamos pensado y probado ya los diferentes alimentos y geles que queríamos llevar a la competencia, sabíamos que esas cosas no se podían dejar al azar. En un entrenamiento previo de 30 kilómetros en Chingaza  habíamos probado algunas frutas y pensado en sándwiches de queso para ciertos momentos de la carrera. Siempre hemos tratado de preparar las carreras en autonomía, no solo por ser vegetarianos y no siempre disponer  de una opción apropiada para nosotros en los puntos de avituallamiento sino por previsión, nunca se sabe cuándo ni dónde podemos perdernos y debemos estar preparados.

Ya el día de la carrera, las sensaciones iníciales son buenas, los primeros 10 u 11 kilómetros eran básicamente subiendo y aunque fue duro, la recompensa del paisaje de paramo es algo que siempre me ha recargado de energías en medio de las carreras y que de una forma mística me conecta con la madre tierra;  en esos  momentos el cansancio se desvanece, solo se siente la  paz, el silencio y la magnificencia de los frailejones y el rocío de las nubes que suelen danzar a tu alrededor.

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En verdad, estábamos disfrutando mucho esta carrera, no íbamos a un ritmo desaforado, (en ese momento pensaba que así íbamos todos, después me enteraría que mi esposa aunque iba bien hizo la carrera completa casi al tope de su capacidad) y todo iba dentro de lo planeado. Íbamos hablando de muchas cosas y nos reíamos bastante, al mismo tiempo nos rotábamos quien jalaba el grupo para tratar de mantenernos en un ritmo razonable, como era nuestra primera maratón tratamos de hacerla de una manera muy conservadora y con la idea de terminarla en las mejores condiciones posibles, después de todo teníamos que conducir de regreso a Bogotá y la idea era hacerlo de manera segura.

Los diferentes puntos de avituallamiento nos servían como referencia, descanso y recarga de energías e hidratación. En alguno de estos puntos alrededor del kilometro 15 nos encontramos con un corredor que se había lesionado en la bajada, era uno de los corredores que iba hasta ese momento con el grupo de punta, esto nos dejo una sensación extraña pues si hay algo que caracteriza el trail running es la empatía y la colaboración que existe entre los corredores, independientemente que los conozcas o no. Puede ser que esto tenga que ver con que en comparación con las carreras de ciudad, la cantidad de corredores en cada prueba es realmente pequeña, además de las condiciones de carrera; las cuales pueden llegar a ser realmente extremas por su dificultad o por el cansancio y en el peor de los casos por ambas, como lo experimentaríamos más adelante en carne propia.

Antes del Kilometro 30 y viendo que mi hermano tenia mejor reserva que nosotros lo incito a que acelere el paso y siga sólo adelante, al principio lo duda un poco pero finalmente se decide y arranca; al final nos tomaría 30 minutos de ventaja. Después del kilometro 30 empiezan un par de ascensos, el primero fue realmente suave para las fuerzas que llevábamos y mas o menos al kilometro 33 se divisaba de nuevo el pueblo; y es imposible no llenarse de la sensación de que habíamos alcanzado nuestro objetivo; no podíamos estar más ilusionados y más equivocados al mismo tiempo.

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Con las fuerzas físicas casi vacías llegamos a un desvío y veo la subida, que parecía una pared:  ¡ qué desmoralizada tan verraca…..!      Sin embargo, no quería que Diana me sintiera así y mucho menos contagiarle ese estado mental, así que mintiéndome con tripas y corazón le digo algo así como; “animo, no falta mucho, paso a paso llegamos, ya es lo último.” Y como si tuviera todavía el tanque lleno empiezo a subir, caminando pero con un ritmo que me parecía bueno en comparación con las otras personas que iban subiendo, cada tanto paraba para descansar, aunque disimulaba que era para ver donde venía Diana, procuraba no tomarle mas de 10 metros para que siempre me tuviera en la mira y también para poderle decir palabras de ánimo cada tanto. Era una subida desde los 2.700 msnm hasta los 3.100 msnm en no más de 2.5 kilómetros de recorrido, numéricamente no parece mucho, pero con 30 kilómetros encima y no sé cuantos metros mas de desnivel positivo pues la cosa se complica. Los últimos 15 o 20 metros de subida los hice lo más rápido que pude con la firme intención de descansar un poco mientras llegaba mi esposa a mi sitio de descanso. Literalmente me acosté en la tierra y entre los arbustos, estoy casi seguro que alcancé  a tener algunos sueños   en los pocos minutos que espere allí tirado.

Ver llegar a Diana fue como una alucinación, fue como ver un ángel…  a los pocos minutos reafirmaría esa sensación, porque todo lo que sube tiene que bajar y si señores…  así mismo como subimos empezaba una bajada bastante fuerte, pero sin fuerza en los músculos  y con dolor en una rodilla lo más sabio fue decirle a Diana que bajara ella adelante, que por cierto lo hace muy bien, y verla ahí con ánimo bajando fue mi aliciente para tratar de pegármele; fue el empuje mental y emocional que necesitaba, porque fuerza física no había para poder terminar los pocos kilómetros que nos quedaban.

Y como si fuera poco, la ruta nos volvió a ilusionar vilmente y yo volví a caer en esa falsa ilusión. Después de la bajada entramos al perímetro del pueblo y todo parecía indicar que ahora sí nos dirigíamos a la meta, pero noooo!,  primero teníamos que bordear una parte del embalse de Tominé.

Iba sin piernas, sin moral y mentalmente casi derrotado, solo me podía repetir “ya hiciste lo mas, lo que queda es lo de menos, solo terminar”, pero no me tenía mucha confianza en esos pensamientos. Sin embargo, un poco más adelante alcanzamos a ver a otro corredor que iba en solitario, y como me dice Diana: “pareces Seabiscuit (un caballo de carreras que no podía ver a otro delante de él porque lo tomaba como un reto). Pues efectivamente lo tomé como un reto y a pesar de ir sin fuerzas,  pensé que podíamos alcanzarlo y pasarlo antes de llegar a la meta. (Muchas veces las carreras de largo aliento están amenizadas por este tipo de pequeños retos, no creen?)

Después de lograr pasar a ese corredor íbamos realmente con el tanque vacio y terminando de de bordear el embalse venÍa una subida sin mucha pendiente que no alcanzaba a ser un kilometro, sin embargo la hacemos caminando, no había para mas…..  pero faltando 20 metros y oyendo la algarabía  en la meta, se me sube la emoción a la cabeza y  tomo a Diana de la mano y prácticamente la obligo a que lleguemos corriendo; debo confesar que se me escurrieron las lagrimas; qué emoción tan inmensa: terminar nuestra primera maratón por montaña y de la mano de la mujer que uno ama.

Las emociones de ese día hicieron cambiar algunos de mis paradigmas de carrera.  Ya no me interesa tanto el tratar de mejorar mis tiempos de carrera, prefiero disfrutar las carreras con sus sensaciones y paisajes y por sobre todas las cosas disfrutar el correr con mi esposa; nunca se lo he dicho hasta ahora pero desde ese día siento que estamos más unidos y de alguna forma nos conocemos y apoyamos más.

No digo que el trail running en pareja sea la fórmula perfecta para hacer eterna la unión entre dos almas que se quieren, pero así como este tipo de pruebas le enseñan muchas cosas personales a cada uno; así mismo representa una experiencia, que vivida en pareja, en equipo,  puede unir mucho mas esas almas.

El refrán popular dice que la mente lo puede todo, y que en este tipo de carreras pesa muchas veces más que el mismo físico. Yo creo que a esta mente la debe complementar un espíritu indomable, un espíritu que nunca se rinde, el espíritu de un trail runner!    Y es ese espíritu el que nos da LA VOLUNTAD  para seguir y seguir y seguir; parafraseando una película: “El entrenamiento no es nada, LA VOLUNTAD lo es todo.”  (Batman Inicia.) Esto no significa que no haya que prepararse, que no haya que entrenar; todo lo contrario, cuando hay esa voluntad se procura no dejar nada al azar y  se trata de llegar lo mejor preparado posible a cada prueba.

El trail running es como la vida, tiene subidas y bajadas, pero estas son solo el camino, tu no las enfrentas preguntándote por qué a mí , por qué a mí, ni siquiera piensas para qué. Tu solo sabes que tienes que seguir y seguir y seguir y la recompensa está en la sensación de llegar y mirar atrás y  ver  todo lo que te aportó y te enseñó esa ruta.  Cada vez que llegas a la meta eres más grande, más fuerte, con más experiencia, como en la vida.

El trail runing te  enseña que eres más fuerte física, mental y espiritualmente de lo que crees, y cada vez que tengas una dificultad sea en el ámbito que sea, lo afrontas como un reto a superar para seguir adelante…..  para seguir evolucionando.


Leonardo Vargas

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